Hasta hace unos años los mayores ingresos de los artistas eran, en primer lugar, la venta de discos, y luego lo que sacasen de conciertos. Desde el punto de vista del negocio, el producto que los artistas generaban eran los discos, y los conciertos quedaban como una extensión a éstos (giras de promoción).
Ahora, con el avance digital, el abaratamiento y difusión de ordenadores personales y la posibilidad de editar música de calidad con software muy barato (a veces, hasta de licencia libre), la cantidad de nuevos artistas está en auge, y con lo fácil que es difundir una obra a través de Internet (ya sea P2P, Rapidshare, o lo que venga), han convertido éstas (las obras) en publicidad, mientras que son los conciertos los que han subido a la categoría de producto. Y ahora, es todo ese tinglado que hay detrás de los discos, y no de las obras, lo que agoniza.
Ahora quien decide si un artista vale la pena es el propio usuario, ya sea con un mail, un tweet o una recomendación por last.fm. Ya no son necesarias las radios para anunciar nada, porque el hecho de que no representen ni el 1% de la música que se genere ese mes, es simplemente nada.
sábado, 27 de junio de 2009
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